sábado, 21 de julio de 2018

¿Prohibió el globalista Rafael Bardají a los dirigentes de Vox que acudieran al Valle de los Caídos?


Tras el fracaso al que hemos sido conducidos por los partidos tradicionales al servicio de las élites globalistas, la estafa consiste ahora en prolongar el ciclo haciéndonos creer que existe en España un grupo identitario al estilo de los que se han consolidado en otros países europeos. De esta forma se logra el objetivo disuasorio de cara a que los españoles más críticos cifren sus expectativas de alternancia en un remedo ideológico del PP, bajo la apariencia identitaria. Lo que esconde Vox es una colosal estafa ideológica, promovida y fomentada por los arúspices del sistema.

Hemos sostenido en incontables ocasiones que el gran error de la derecha española ha sido el de legitimar los ideales de la izquierda como moralmente superiores. De la cesión permanente, los complejos de quienes no se atreven a defender sus símbolos ni a sus héroes con la determinación que la izquierda defiende los suyos propios. Si existe un personaje clave que ha sido falazmente instrumentado para exorcizar la rebelión crítica desde la derecha y extender el complejo de culpa entre sus dirigentes, ése no ha sido otro que Francisco Franco. Pese a sus innumerables logros y a que gobernó con el apoyo abrumadoramente mayoritario de la opinión española, la derecha liberal renunció tras su muerte a defender su legado y preservar su memoria. La democracia española nacía así viciada de antemano, construida sobre un relato artificioso y falso al que se adhirió la mayoría por cálculos interesados y egoístas.

Mientras la izquierda goce del privilegio de poder utilizar la figura de Franco para intimidar políticamente a sus rivales, la lucha ideológica e intelectual seguirá estando en considerable desventaja para nosotros. De ahí que la peregrinación ayer al Valle para rechazar la exhumación de Franco fuese una extraordinaria ocasión para reivindicar su precioso legado y exorcizar los viejos demonios propagandísticos de la izquierda guerracivilista. Como era previsible, Vox desaprovechó la ocasión y sucumbió a las endulzadas normas de la corrección política. Piensan tal vez que renunciando a causas como la de evitar la profanación de Franco, van a proyectar una imagen de liberalidad democrática alejada de los extremismos y recibir en compensación el apoyo de las elites oligárquicas.

AD no puede sentirse estafado porque recogido queda que nunca nos hemos fiado de sus líderes. Los españoles que peleen hasta su fin deberán ser inspirados por un sinfín de soñadores aplastados por el sistema, desterrados al olvido por la masa de consumo. Aunque modestos debido a la merma de medios, existen ya en España muchos grupos identitarios que son un ejemplo para todos los que veamos nuestra existencia colectiva amenazada. Un sólo hombre, una sola mujer, que tenga la disposición para mantenerse firme en lo que cree por el tiempo suficiente podrá dar inicio a una gigantesca ola que salve a su mundo de la destrucción, no importa si esta sucede siglos después del fallecimiento del individuo. No necesitan que alimenten su ego llamándolos líderes, anhelan la libertad, es todo lo que quieren y será conseguida en sus vidas o en las de aquellos que los sucedan.

Pensar en el furibundo proisraelí Rafael Bardají (en la imagen derecha, junto a Soros), responsable internacional de Vox y estrechamente vinculado a la derecha sionista norteamericana, como parte de la solución contra un enemigo inmisericorde que ha declarado la guerra contra la civilización occidental, son ganas de llevar la imaginación hasta la máxima calentura. Algunas fuentes apuntan a Bardají como la causa de la ausencia de los dirigentes de Vox en el Valle.

Meticulosamente obsesionado con el mantenimiento de sus relaciones con los sectores más granados del ultraliberalismo, y en permanente coqueteo con las tesis globalistas, a Bardají era a quien menos interesaba que sus influyentes amistades internacionales le relacionaran con la exaltación de un “dictador fascista” que plantó siempre cara al sionismo. De ahí que, según creen las mismas fuentes, Bardají convenciera a Santiago Abascal (en imagen izquierda) de la inoportunidad de posar con exponentes de la “ultraderecha franquista”. ¿Pueden ser alternativa al sistema unos líderes que arrastran el mismo sentimiento de culpa colectiva.que la derecha liberal, de la que mayoritariamente proceden?

Si los dirigentes de Vox se sienten llenos de culpa colectiva hasta el punto de dar la espalda a la figura de Franco mientras da la bienvenida a cientos de miles de inmigrantes suramericanos, es una prueba de que, o bien se odian hoy tanto a sí mismos que desean su propia destrucción, o bien han perdido la voluntad de plantar cara por aquello que les importa: un acto al que se le llama rendición.

Aquí no hace falta un partido de expeperos que nos reciten día y noche el mismo mantra sobre el desafío de los separatistas, aún siendo ésta una cuestión de capital importancia. Urge un proyecto político, liderado por una fuerte autoridad, que establezca como objetivo número uno la reducción de la inmigración a su mínima expresión. Y no sólo la inmigración musulmana, como pretenden los de Bardají. Urge que se exponga con nitidez a los españoles, sin caer en tremendismos ni ganzadas patrioteras, cómo los salarios reales han caído un 20% en los últimos 15 años y el por qué se ha encarecido tanto el acceso a una vivienda. No se puede defender una alternativa identitaria y patriota, ni atacar la precarización laboral o la pérdida máxima de competitividad debido al euro, defendiendo al mismo tiempo nuestra pertenencia a la UE y manteniendo la obediencia debida a los muñidores de la agenda mundialista.

A diferencia del líder húngaro, los de Vox se cuidan mucho de mencionar la tóxica influencia de Soros y de las entidades globalistas en el devenir de los graves acontecimientos que sufre España. Abascal defiende con gran fervor la llegada de inmigrantes desde países iberoamericanos y sostiene que el nutriente racial es apenas un atrezzo en la naturaleza de los pueblos. Lo anterior le invalida para que le otorguemos la legitimación política para defender los ideales que aquí compartimos.

La solucion no puede venir de los mismos que han creado el problema. La solución no son las recetas democráticas de siempre, con algún matiz ajeno a la dolencia del enfermo. Convertir la pretendida alternativa identitaria en un remedo liberal como concepción de España y de Europa, da patente de credibilidad a quienes apuntan a Vox como una creación del sistema para que la desafección a ese mismo sistema no rebase determinadas líneas rojas.

La solución no es la Unión Europea ni la adhesión a la causa del sionismo. Tal vez el sistema recompense los servicios de Vox permitiéndoles uno o dos eurodiputados floreros. Nada que no se plantee como una oposición sin fisuras a los amos globalistas tendrá nunca la fuerza arrolladora necesaria para cambiar el actual escenario político, moral y económico, marcado por la sumisión de nuestros intereses al dictado de una élite financiera. Por eso al sistema le preocupó siempre la irrupción y consolidación de una fuerza política vinculada a la derecha identitaria y enfrentada a los que persiguen la aniquilación étnica, moral y cultural de las naciones europeas. Esos a los que Rocío Monasterio elogia tanto.

Los que se han repartido el botín todos estos años no hubieran podido hacerlo teniendo frente a ellos, en igualdad de condiciones, a quienes representaban y representan un resorte de patriotismo, un modelo de conducta, un ejemplo de austeridad y un caudal de moralidad al servicio de todos y no de unos pocos. De ahí la obsesión de la oficialidad todos estos años por demonizar la España de Franco y cualquier alternativa identitaria que el sistema no pudiese teledirigir. Y de ahí la exigencia de no caer en la trampa de los que orientan los focos al asunto catalán para dejar a oscuras la llegada masiva de ilegales, deliberadamente organizada por las poderosas e influyentes amistades del ultraliberal Rafael Bardají, la mano derecha de Abascal, el verdadero poder de Vox en la sombra.

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