Usar este signo de forma pertinente es un arte que muy pocos dominan
POR ISABEL GARZO ( @ISABELGARZO )
El punto y coma es un signo tan bello como eludible. Uno podría escribir centenares de novelas y ganar prestigiosos premios literarios sin utilizarlo ni una sola vez. De ahí que sea el más artístico de todos. Porque el arte se caracteriza, casi siempre, por no cubrir necesidades básicas, sino aspiraciones estéticas o intelectuales.
Según la RAE, el punto y coma es el signo que presenta «una mayor subjetividad en su empleo». Y, aunque en muchas de las ocasiones podría ser sustituido por otro signo (una coma, un punto o dos puntos), la Academia se resiste a tacharlo de «prescindible».
Su uso más claro y objetivo es el que recomienda ponerlo para separar los elementos de una enumeración cuando dichos elementos ya contienen comas, como en este ejemplo:
El PP consiguió veintiún diputados; AhoraMadrid, veinte diputados; el PSOE, nueve diputados; y Ciudadanos, siete diputados.
A partir del segundo uso, la cosa se va complicando. Los punto y coma (su plural es invariable) se utilizan para separar dos oraciones que son independientes sintácticamente (por lo que aceptarían un punto), pero que, sin embargo, están cerca semánticamente. Esa cercanía no es algo que se pueda medir con una regla, así que aquí ya entra en juego la subjetividad de cada autor. Si el escritor considera que el significado de ambas frases está muy vinculado, será preferible un punto y coma. Si, por el contrario, ese vínculo es más débil, conviene que opte por un punto y seguido. Si la relación semántica es de causa-efecto, podremos usar dos puntos.
Ernesto colgó el teléfono sin despedirse; Lucas lo entendió perfectamente. (Distancia sintáctica, relación semántica -> Punto y coma)
Juanjo se preparó una taza de té y se sentó en el sofá. Los domingos eran días difíciles para él desde que faltaba María. (Distancia sintáctica y semántica -> Punto y seguido)
Ernesto decidió que ya estaba bien: colgó el teléfono sin despedirse. (Relación causa-efecto -> Dos puntos)
Muchas frases admiten dos o más de estas opciones, sin ser ninguna de ellas incorrecta. Es la elección de una u otra lo que va configurando el estilo del autor:
Ernesto colgó el teléfono sin despedirse; su visita llegaría de un momento a otro.
Ernesto colgó el teléfono sin despedirse: su visita llegaría de un momento a otro.
Ernesto colgó el teléfono sin despedirse. Su visita llegaría de un momento a otro.
Un tercer uso recomienda utilizar el punto y coma antes de expresiones que indiquen adversidad o consecuencia (como pero, sin embargo o por tanto), cuando las oraciones que encabezan tienen «cierta longitud». De nuevo, se deja que sea el redactor el que dibuje los límites entre la longitud corta (antes de la cual debemos usar coma), la media (que irá precedida de punto y coma) y la larga (que exige un punto).
Le saludé con la mano, pero no me vio. (Longitud corta -> Coma antes, nada después)
Le saludé con la mano; sin embargo, su indiferencia me hizo ver que él tenía cosas mejores que hacer. (Longitud media -> Punto y coma antes, coma después)
Le saludé con la mano. Sin embargo, no me atreví a acercarme y hablarle del problema que llevaba una semana dando vueltas en mi cabeza. (Longitud larga -> Punto y seguido antes, coma después)
Un uso menos utilizado es el que establece que se separan con punto y coma los elementos de una lista cuando están escritos con minúscula. Este es el ejemplo que elige la RAE para ese supuesto:
Conjugaciones en español:
— verbos terminados en -ar (primera conjugación);
— verbos terminados en -er (segunda conjugación);
— verbos terminados en -ir (tercera conjugación).
Como, en definitiva, el punto y coma indica una pausa algo más larga que la representada por la coma y más corta que la señalada por el punto, cada autor puede justificar su uso de la forma que considere conveniente. A mí, por ejemplo, me gusta utilizarlo en una enumeración cuando uno de los elementos de la misma tiene más peso que los demás o incluso, de alguna forma, los abarca o resume. Veamos un ejemplo:
Una vez confirmado que todo había quedado en un susto, su rostro pasó a transmitir serenidad, sosiego, relajación; alivio.
Pero ¡cuidado! Usar demasiado este signo o hacerlo en un lugar desacertado sería como vestir un chándal con tacones. El hecho de que los tacones sean considerados elegantes cuando se utilizan de la forma apropiada no quiere decir que sumen elegancia en cualquier contexto. Mal utilizados producen el efecto opuesto: mal gusto, exceso… Pues lo mismo pasa con el punto y coma. Si se abusa de él, si se utiliza fuera de esas contadas excepciones en las que es pertinente, ensucia el texto. La lectura se vuelve pesada y farragosa, es incómodo a la vista porque entorpece un ritmo que se habría conseguido fácilmente usando comas o puntos, que son signos mucho más claros.
La razón de ser de una bella escultura abstracta que no sirve para nada es precisamente esa: ser bella. Poner un punto y coma (o un par de ellos) es como echar unas gotas de delicioso perfume a un texto.
Si se intentara medir el buen gusto de una persona por su forma de escribir, entrarían en juego muchos indicadores. Pero, sin duda, uno de ellos sería la habilidad para elegir bien el lugar estratégico donde escribir un punto y coma conveniente.
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