miércoles, 27 de mayo de 2015

Los ecumenistas son co-responsables del abuso del Evangelio y de la perdición de los heterodoxos

 


zisis
Protopresbítero Theodoros Zisis
Profesor emérito de la Universidad Aristóteles de Tesalónica
  1. El papismo y el protestantismo han distorsionado el Evangelio
Últimamente, muchos miembros de la Iglesia agonizan por el rápido y destructivo desarrollo de las llamadas relaciones inter-cristianas de los ortodoxos con las dos grandes herejías de occidente: el papismo y el protestantismo. Han expresado su preocupación muchas veces, en este año, con la composición de la conocida “Confesión de fe contra el ecumenismo”, que ha sido distribuida y que muchos han firmado, y que por primera vez ha molestado y perturbado a aquellos ecumenistas que son complacientes y se jactan del éxito.
El ambiente de la política y la atmósfera cultural de la globalización, no sólo tienden a eliminar los límites geográficos entre las naciones, si no que también tiende a derribar las fronteras espirituales, culturales y religiosas. Su objetivo y visión es nivelar las diferencias y la individualidad, homogeneizar a la gente en sus creencias y forma de vida, crear un nuevo tipo de persona, sin preocupaciones espirituales y objetivos más allá de esta vida, para permanecer unidos a esta tierra, en la prosperidad y riqueza material. Para los planificadores, esto cumple dos fines específicos: la gente será reducida a simples seres consumidores, que aumentarán el capital y el beneficio económico de las empresas y al mismo tiempo se convertirán en esclavos de su lucha diaria para asegurar los bienes materiales, estando su grado de tranquilidad en manos del poder, para que por medio de las crisis económicas controladas o la distribución desigual de los bienes puedan mantener a la gente dócil y obediente.
El segundo objetivo aparente es situar el Evangelio de Cristo y a la Iglesia, que constituyen los únicos poderes de resistencia contra el materialismo, en la periferia, para que el nuevo mundo pueda ser gobernado, no por Cristo, sino por el anticristo. Sólo Cristo conquistó la tentación de Satanás sobre las posesiones materiales y predicó que “no sólo de pan vive el hombre” (Lucas 4:4), y priorizando entre lo material y el espíritu, el mundo y Dios, dio prioridad a Dios y al espíritu: “Buscad, pues, primero el reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura” (Mateo 6:33). Y en otro lugar: “En efecto: ¿de qué servirá al hombre ganar el mundo entero, y perder su vida?” (Marcos 8:36).
El mundo cristiano de Constantino el Grande, de la Nueva Roma (Constantinopla), de la Ortodoxia, en la que la Tercera Roma, Moscú, participó espiritualmente, vivió y puso en práctica esta enseñanza ascética y el perfeccionamiento del Evangelio. Ahora está siendo reemplazado por el nuevo mundo de la Europa y la América materialista, o como contrapunto, el mundo de la “Pax” cristiana por la “Pax” americana.
El papismo, habiéndose separado a si mismo de la Iglesia Una, Santa Católica y Apostólica, se sometió a las tentaciones de Satanás y fue transformado en un poder mundano con fines económicos, dinásticos, conquistadores y políticos, con dogmas y una forma de vida que nada tiene que ver con la vida y enseñanza del Evangelio. Como el gran intelectual ruso, Theodor Dostoievski, dijo: “el papismo no es ni siquiera cristianismo; si Cristo regresara ahora a la tierra, sería juzgado y crucificado por los ‘santos inquisidores’ de Roma”.
Aquellos que están bajo el poder del papa, pervirtieron y distorsionaron el Evangelio. No sirvieron como luz para el mundo y como sal para la tierra, y por eso no tuvieron efecto en las almas de la gente de Occidente. Occidente, Europa y América, se distanciaron pronto del poco confiable papismo y se convirtieron en “des-cristianizados”, porque “si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada?” (Mateo 5:13). La arrojaron y justamente pisotearon la cristiandad pseudo-inscrita del papa.
El protestantismo reaccionó justamente contra la arbitrariedad y las desviaciones del papismo, aunque haciéndolo sólo sin pedir la ayuda de la Iglesia para poder regresar a la pureza de la verdad evangélica, y sin la sucesión apostólica y la Gracia de los Misterios (sacramentos), llegando con el tiempo a numerosas divisiones y enseñanzas, (algunas de las cuales) dudando incluso de la Resurrección de Cristo, mientras que justificaron “pasiones deshonrosas”, como llama el apóstol Pablo a la homosexualidad en el primer capítulo de su carta a los romanos en el que indica que intentaban equipararlas al nivel de una vida moral.
  1. Doble error: inclusión de las herejías y apoyo del papismo
Los planificadores de la Nueva Era y la Globalización quieren unirnos e identificarnos con este cristianismo distorsionado, deshonesto y abusivo del papismo y del protestantismo (y crear) un cristianismo materialista, terrenal y mundano, para que el efecto beneficioso del Evangelio y de la Iglesia cese en el mundo, y la gente no pueda encontrar al Cristo real en ningún lugar, sucumbiendo así en todas las tentaciones del maligno, y establecer finalmente el reino del anticristo. Ya han conseguido engañarnos y han logrado que nos unamos al pan-protestante “Consejo Mundial de Iglesias” (CMI), “que es el Consejo Mundial de las herejías y falacias”. ¡Que vergüenza y desgracia!. La Novia de Cristo, el Cuerpo de Cristo, la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, equiparada y puesta al mismo nivel que los numerosos brotes protestantes, clamando cada uno de ellos ser la verdadera Iglesia. Al final, ¿hay Una Iglesia, o muchas iglesias? ¿Son las herejías también iglesias? Nunca se ha identificado la Iglesia con ellas ni se ha incluido entre los grupos y organizaciones heréticas. Esto no es por falta de amor, sino porque puede que así ayude a muchos herejes a regresar mediante el arrepentimiento, y al mismo tiempo puede proteger a los fieles de la herejía. Realmente (la Iglesia) predica la verdad cuando hay peligro de herejía y espera la respuesta de los que están en el error. Si esta se identifica con ellos (los herejes), ¿a dónde regresarán? Permanecerán donde están si aceptamos, como sostienen algunos “ortodoxos”, que allí también hay salvación y verdad. Ponemos, a todos los heterodoxos que vinieron a la Ortodoxia, en una difícil situación, pues, si no son estables y no están convencidos de sus pasos salvíficos, pueden ser escandalizados y llegar a decepcionarse.
El papismo testificó nuestra entrada en el Consejo Mundial de Iglesias con gozo y satisfacción porque abandonamos la única pretendida Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica. Sin embargo, a diferencia de nosotros, no hay que olvidar que a mediados del siglo XV, la probable alianza de los ortodoxos en los concilios reformadores de Constanza (1414-1418) y de Basilea (1431-1439), movimientos precursores del protestantismo, encabezaron el prevaleciente sistema sinodal y anularon la primacía de la autoridad del papa. (El papismo) no sólo nos deja con los protestantes, sino que quiere que estemos con él contra aquellos protestantes que rechazaron (sus) muchas innovaciones. Y entonces nos condujo al desafortunado Ferrara-Florencia, para que no fortaleciéramos la reforma sinodal, (que incluso llegó al punto de que el papa fue destituido por sus propios cardenales), y ahora hace lo mismo. Nos conduce a diálogos de amor con sus fruslerías para que seamos de alguna manera “iglesias hermanas” y podamos discutir “en igualdad de condiciones”. Sin embargo, continúa considerándonos como cismáticos y eclesiológicamente deficientes, para conducirnos a reconocer la primacía del papa mediante la Unia, cuya condena en Freising-Munich, en la sesión plenaria del Comité Mixto para el Diálogo Teológico (1990), enterró e hizo desaparecer. Con esta acción unilateral, que rápidamente aceptamos sin protesta, el papa muestra que incluso en el diálogo teológico hace lo que desea como el Primero y como infalible. Por lo tanto, ¿por qué debemos discutir, si el Vaticano acepta sólo lo que está a su favor, mientras que lo que es (beneficioso) para nosotros, lo rechaza y lo hace desaparecer? Nosotros, de forma necia, como en Ferrara-Florencia, donde firmamos la Unia, repetimos el error y de nuevo nos convertimos en el apoyo del papismo con el inaceptable artículo de Rávena y con el anteproyecto de Chipre concerniente a la primacía del papa.
Debemos señalar que relativamente con las mismas condiciones, estamos repitiendo los mismos errores, sin aprender de la historia. Grecia y Chipre, para poder ser ayudados por Occidente y el papa, ya han firmado otra vez los inaceptables artículos de la unión, como en Ferrara-Florencia (1438-1439). Aceptan y honran al papa, el pan-hereje y distorsionador del Evangelio, negando y distanciándose de la ayuda divina y ofendiendo a los santos mártires y confesores de la fe. Constantinopla, que conoció el abandono divino, nos está conduciendo desafortunadamente a las actividades de falsa unión y a una nueva Ferrara-Florencia, siguiendo los pasos del cardenal Bessarion de Nicea y no los de San Marcos de Éfeso (Evgenikos), distorsionando el Evangelio y abrazando a los “peligrosos lobos” del papismo y del protestantismo. Por eso, la vigilancia es necesaria, según el consejo del apóstol Pablo, que previó que “vendrán sobre vosotros lobos voraces que no perdonarán al rebaño. Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que enseñen cosas perversas para arrastrar en pos de sí a los discípulos” (Hechos 20:29-30).
Traducido por psaltir Nektario B.
Para cristoesortodoxo.com
© Mayo 2015

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