“Cuando pasé, el Canciller se levantó, me saludó con la mano y yo le devolví la señal. Pienso que los reporteros tuvieron mal gusto al criticar al hombre del momento en Alemania. Cuando volví a mi país natal, después de todas las historias que se inventaron sobre Hitler, no pude viajar en la parte delantera del autobús en mi propio país. Volví a la puerta de atrás. No pude vivir donde quería. Ni siquiera fui invitado a la Casa Blanca a darle la mano al Presidente de mi país.”
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