El partido de Pablo Iglesias no logra acoger a este grupo, que más bien al contrario ve al líder como un traidor. La Policía está inquieta con sus conexiones internacionales
La irrupción de Podemos en el panorama político nacional ha desactivado a un gran número de movimientos de izquierdas que hace meses promovían manifestaciones y protestas callejeras capaces de echar un pulso a la Policía. Todos estos grupos encauzan ahora sus quejas a través del partido de Pablo Iglesias, que representa un verdadero altavoz para sus intereses. Todos, menos uno.
Las corrientes anarquistas no han encontrado en el equipo de profesores universitarios encabezados por Iglesias un modo de hacer valer sus ideas. Al contrario, consideran que Podemos ha traicionado sus orígenes integrándose en el sistema político estatal. De ahí que la Policía siga viendo a los movimientos anarquistas más radicales (algunos de ellos filoterroristas) como una amenaza contra la estabilidad.
Por sí solos, explican fuentes policiales, son incapaces de estructurar una organización que pueda hacer daño más allá de los clásicos destrozos callejeros. Tampoco tienen capacidad de convocatoria para movilizar a los ciudadanos, como sí ocurrió en fenómenos espontáneos como el 15M o el 25S.
Sin embargo, estos movimientos tienen peligrosas conexiones a nivel internacional que en cualquier momento pueden provocar una desagradable sorpresa a la sociedad española, como la que planeaba derribar los principales templos del país en octubre de 2013. Varios anarquistas chilenos consiguieron, de hecho, hacer estallar un artefacto explosivo en la basílica del Pilar de Zaragoza antes de ser atrapados por la Policía.
El pasado julio, la Audiencia Nacional procesó a dos de los culpables, Francisco Javier Solar Domínguez y Mónica Andrea Caballero. El instructor, Eloy
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