La entonces Unión Soviética fue el primer país del mundo en legalizar la interrupción del embarazo. La práctica está naturalizada en la sociedad rusa, pero ahora el patriarca de la Iglesia Ortodoxa logró que se instalara una discusión sobre su posible prohibición o limitación.
Casi un siglo después de que Rusia se convirtiera en el primer país del mundo en legalizar el aborto, el debate sobre la prohibición o limitación de una práctica plenamente naturalizada en la sociedad ahora emergió con fuerza.
El patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Kiril, abrió la discusión al firmar el martes una petición para prohibir totalmente el aborto en el país, un texto promovido por dos organizaciones llamadas “provida” y religiosas que ya recabaron 300.000 firmas.
Aunque posteriormente su portavoz matizó que el patriarca firmó el documento –que pide defender por ley la vida del embrión– “para llamar la atención sobre la magnitud del problema” y aseguró que la posición de la Iglesia Ortodoxa es que se debe excluir el pago del aborto por la seguridad social, el debate ya estaba instalado.
“No es posible hacer frente a tal cantidad de abortos simplemente prohibiéndolo. Hay que cambiar la relación de la sociedad hacia esa practica, la idea de que es una simple operación quirúrgica”, dijo la senadora Elena Mizulina. Y recordó que ya fue remitido a la Duma, la cámara baja rusa, hace un año, un proyecto de ley para excluir el aborto del seguro médico obligatorio.
Sin una estadística clara –las cifras oficiales hablan de entre uno y dos millones de abortos al año– el hecho es que desde su despenalización en 1920 en la Rusia soviética, la interrupción voluntaria del embarazo se convirtió en una intervención médica habitual para las mujeres. La ausencia de una educación sexual y, sobre todo, de métodos anticonceptivos en la Unión Soviética, llegó a convertir el aborto en el único método de planificación familiar, y según las estadísticas oficiales las mujeres rusas se someten a una media de dos abortos a lo largo de su vida.
“El aborto en Rusia es tan fácil como comprar una botella de vodka”, llegó a decir Mizulina en 2013, en su calidad entonces de presidenta de la comisión para la Familia, la Mujer y la Infancia de la Duma. Fue entonces cuando se aprobó una ley para prohibir la publicidad del aborto, en un primer paso para incentivar la natalidad y revertir el alarmante envejecimiento de la población.
Según la legislación vigente, el aborto es libre y gratuito hasta las 12 semanas de la gestación, y sólo está sujeto “a la voluntad de la mujer”. El plazo se amplía hasta las 22 semanas “en caso de enfermedad grave, viudez, minoría de edad, pérdida de trabajo o vivienda, falta de recursos económicos para mantener al niño, violación” y otra media docena de supuestos.
La ley señala, además, que “en caso de prescripción facultativa, el aborto se realiza en cualquier momento de la gestación” y “el Estado se hace cargo de todos los gastos derivados del aborto”.
“En todo el mundo civilizado hay pronunciamientos en contra del fenómeno del aborto, y nosotros apoyamos esa posición. Pero esta cuestión exige un enfoque sistémico”, señaló, por su parte, Anna Kuznetsova, recién nombrada defensora de los derechos del menor. No es la primera vez que Kuznetsova se pronuncia respecto a esta cuestión de manera polémica: en 2009 afirmó en una entrevista que “el aborto es una fuerte conmoción para los futuros hijos, porque las células uterinas recuerdan el miedo del feto antes del aborto: recuerdan la muerte”.
También intervino esta semana en el debate la viceprimera ministra Olga Golodets, quien consideró que una disminución del número de abortos tendría un impacto positivo en la demografía, aunque igualmente abogó por una decisión “sopesada” y “equilibrada”. “Primero hay que eliminar las causas que llevan a la mujer a interrumpir el embarazo. Estamos desarrollando estos programas, trabajamos en ellos permanentemente”, afirmó.
La ley estipula un período de dos a siete días para que la mujer pueda reconsiderar su decisión de interrumpir su embarazo, durante los cuales “en la policlínica se trata de convencer y ayudar a la mujer”, recordó Golodets.
Quien se mostró radicalmente contrario a la prohibición del aborto es el líder ultranacionalista Vladimir Zhirinovski, que consideró que “si los prohibimos, se harán de forma clandestina, y la que va a salir ganando es la mafia médica”. “Si se votara hoy para prohibir el aborto, el PLDR (Partido Liberal Democrático de Rusia) votaría en contra. Estaremos categóricamente en contra de esta ley”, aseguró el histriónico político, conocido por sus frecuentes salidas de tono y comentarios machistas.
El portavoz presidencial, Dmitri Peskov, consideró, al ser preguntado por los periodistas, que no es tarea del Kremlin inmiscuirse en este debate, y sobre la posición de la Iglesia Ortodoxa, con estrechos vínculos con el Gobierno de Vladimir Putin, solo dijo que “existen distintos puntos de vista”.
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