viernes, 12 de junio de 2015

LA PALABRA ES UN ARMA// LENGUAJE Y PENSAMIENTO CRÍTICO

texto de Borja Gómez de Lucas

¿El lenguaje es simple y llanamente un inocente sistema oral y escrito para comunicarnos? ¿O algo más?  ¿Tiene implicaciones culturales o ideológicas? ¿es permeable a las subjetividades o mantiene una pasmosa neutralidad? Si coincidimos con el sociólogo estadounidense James Petras cuando afirma que “vivimos tiempos de barbarie”, tiempos “de destructivas guerras imperialistas en nombre de la democracia, de salvaje explotación en nombre de las potencias mundiales emergentes, de desplazamientos masivos y forzados de población en nombre de la inmigración y de pillaje a gran escala de los recursos naturales en nombre del libre mercado”(1). Si pensamos como él, entonces, conviene preguntarnos si el lenguaje constituye para el poder un inmejorable vehículo ideológico que encierra a través de un gran número de frases hechas, eufemismos y tecnicismos un verdadero campo de batalla. Debemos cuestionarnos si no se desarrolla en el mismo una guerra soterrada por transmitir determinados valores, modelar conciencias, normalizar injusticias, naturalizar relaciones de poder e invisibilizar realidades incómodas de las que derivan ganadores y perdedores.

El lenguaje actúa como mediador de la interacción del ser humano con la realidad social siempre inscrito en una atmósfera cultural determinada. En este sentido, la lengua, como reconoce Roland Barthes, es una “institución social” y al mismo tiempo un “sistema de valores” en tanto que es un “contrato colectivo al que tenemos que someternos globalmente si queremos comunicar”. (2)
Existen, por tanto, unos códigos ya establecidos socialmente expresados en múltiples “combinaciones” y “mecanismos psicofísicos” adquiridos por uso y costumbre en los que generalmente no reparamos, por cuanto que no analizamos el proceso de producción y reproducción del lenguaje en la vida cotidiana especialmente mediante el habla al mantener conversaciones que no requieren de un alto grado de abstracción y análisis en ámbitos de socialización como la familia, los amigos, la universidad o el trabajo. Sin embargo, toda lectura que se proponga ser crítica y no puramente asimiladora y, especialmente, todo ejercicio consciente de pensamiento crítico o científico requiere de una profunda reflexión, empezando por el lenguaje, de una revisión de los conceptos y términos que utilizamos si no queremos navegar a la deriva en el mundo de las apariencias.
lapalabraesunarma
-De izqda a drcha: Barthes, Foucault, Gramsci y Chomsky. Todos ellos autores que reflexionaron sobre la lingüística, la ideología o el poder
| Ilustración: Revista Exarchia
Atendiendo a la aguda percepción de Antonio Gramsci que establece que “todos los hombres son filósofos” por cuanto practican de forma inconsciente una “filosofía espontánea, propia de todo el mundo” que se encuentra contenida en “el lenguaje mismo”, en el llamado “sentido común”, y “en todo el sistema de creencias, supersticiones, opiniones, maneras de ver y de actuar que asoman en eso que generalmente se llama «folklore»”, convendría  recoger también su llamado a ser conscientes de que si “en el lenguaje está contenida una determinada concepción del mundo” urge pasar de su uso inconsciente al momento de la crítica y la conciencia y tomar parte de la concepción del mundo al que aspiramos y no de aquella que nos viene impuesta.(3)
Este ejercicio de crítica nos exige dar buena cuenta de algo que el filósofo latinoamericano Enrique Dussel expresaba recientemente en un inusual seminario de economía crítica ante un grupo de estudiantes mexicanos y es que uno no es filósofo si no construye sus propias categorías. Es decir, que convertirse conscientemente en sujetos activos de nuestra vida y nuestro pensamiento exige no asistir pasivamente al “moldeamiento externo de la propia personalidad” de manera que no podemos permitirnos el lujo de dejar en manos de las instituciones culturales ligadas al Estado, ni a los mass media, vinculados a grupos económicos, el monopolio del lenguaje.
Desde al menos la década de los 60 el desarrollo acelerado experimentado en Europa por los medios de comunicación de masas -que invadieron los hogares multiplicando el nº de televisores y las tiradas de prensa- junto a la generalización de los estudios interdisciplinares que rompieron las barreras autoimpuestas entre sí por las ciencias sociales, hicieron brotar múltiples estudios que desde la lingüística, la antropología estructural o la sociología abordaron el análisis de los sistemas semiológicos, esto es, sistemas de signos: imágenes, gestos, ritos…- incluido por supuesto el lenguaje que es consustancial a ellos.
La revolución cultural de 1968 es considerada un fenómeno bien representativo de esa determinación por apropiarnos del lenguaje.(4) Sin embargo, tras la larga noche neoliberal de las décadas 70-90 el rodillo del pensamiento único -de corte capitalista, eurocéntrico y patriarcal- aplastó las resistencias intelectuales afirmando una ruptura con la cultura del pensamiento crítico europeo que ha desarmado a generaciones como la nuestra.
Quizás sea hora de retomar un “pensamiento radical”, en palabras del historiador colombiano Renán Vega Cantor, “llamando a las cosas por su nombre”, entendiendo que su radicalidad “no es una cuestión puramente lingüística o retórica […] puesto que la misma utilización de ciertos conceptos (como capitalismo, imperialismo, clases sociales, desigualdad) implica la adopción de un punto de vista que tiene consecuencias prácticas en la vida de las personas que asumimos ese tipo de crítica radical”. (5)
Retomar esa radicalidad del pensamiento crítico nos permite sobreponernos al aturdimiento a que nos somete el lenguaje del poder y analizar como éste es capaz, no sólo, de estructurar las conciencias sino también de producir un efecto en la realidad social, pues como afirma la profesora Concepción Cruz “el lenguaje no es un mero instrumento que refleja la realidad. El lenguaje tiene el poder de crear y destruir la realidad.”(6) , de manera que a través de las expresiones performativas -acuñadas por el filósofo John Austin- “el poder es capaz de producir aquello que nombra.” (7)
Retomar esa tradición del pensamiento crítico aplicada al análisis del lenguaje nos  permite además percibir que existe una imposición de un determinado lenguaje -y, por tanto, una determinada concepción del mundo- de unos grupos sociales sobre otros que funciona como encubridor de realidades de injusticia. Nos permite ser conscientes de la existencia de un elitismo que invade el mundo académico que actúa como barrera clasista en el sistema educativo, como puso de relieve el sociólogo y lingüista británico Basil Bernstein (8)  al establecer una relación entre “los órdenes simbólicos” y la estructura social de clases y concluir que los mayores porcentajes de fracaso escolar entre los niños y niñas de clase trabajadora no pueden explicarse como un fracaso individual del alumno/a sino que evidencian un sistema educativo que hace uso de un código socio-lingüístico que reproduce la desigualdad social.
Pero además esos estudios nos hacen capaces de diagnosticar el tipo de lenguaje que utilizan las llamadas “ciencias de la comunicación” para no asistir pasivamente ante unos informativos y tertulias plagados de tecnicismos y eufemismos ajustados a un código de lo políticamente correcto, a un lenguaje a gusto del poder.
Esta sección se construye por tanto como un punto de partida desde el que retomando algunas herramientas de análisis que nos ofrece la lingüística, la semiótica o la semiología* podamos armarnos contra la ideología (9) implícita en un lenguaje aparentemente neutral e inofensivo. Trataremos por tanto de visibilizar las relaciones entre pensamiento, poder y lenguaje, dando buena cuenta de aquel lema que afirma “la palabra es un arma”.
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Glosario:
Semiología: Término acuñado por Ferdinand de Saussure en el s.XIX a la que define como “una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social”
Semiótica: Según Charles Sanders Peirce: una teoría general de los signos. Roman Jackobson: el objeto de estudio de la semiótica es la comunicación de mensajes de todo tipo, mientras que la lingüística se ocupa únicamente de los mensajes verbales.
Bibliografía
1.Notas sobre un renacimiento cultural en tiempos de barbarie. James Petras
2.Elementos de semiología. Roland Barthes
3.Introducción al estudio de la filosofía. Antonio Gramsci.
4.Mayo del 68: las palabras y el poder. Revista Herramienta, nº7.
5.Elogio del pensamiento crítico. Renán Vega Cantor.
6.[Video] Características fundamentales del sujeto neoliberal. Concepción Cruz.
7.Cómo hacer las cosas con palabras (1962). John Austin.
8.Clase, código y control. Basil Bernstein
9.Ideología. Una introducción. Terry Eagleton (Usamos aquí el concepto de ideología de Marx entendido como “falsa conciencia”, es decir, la ideología que actúa como falseadora de la realidad.)

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